Un árbol es "sólo" un árbol
Los árboles en peligro ¿Un árbol es sólo un árbol?
Millones de árboles perecen año tras año por culpa de la actividad humana. Y ya no sólo en el Mediterráneo y a causa de los incendios forestales veraniegos. Lugares como Siberia, Canadá o la Amazonia, donde la “sequía veraniega” del clima mediterráneo no existe, ya no se libran de esta plaga. Desde tiempos ancestrales los hombres hemos necesitado de los árboles para múltiples actividades. La función esencial y primaria del árbol en la naturaleza es la purificación del aire, de manera que un ejemplar de tipo medio llega a generar oxígeno para diez personas al día. Nuestra dependencia y la del medio ambiente respecto a los árboles, los seres vivos más antiguos del planeta, está en peligro por muchas razones. España vive una relación contradictoria con éstos: cada vez tenemos más, contrariamente a lo que se piensa, pero más descuidados y abandonados a su suerte. Corremos el riesgo de que los árboles acaben convirtiéndose en objetos de museo.
La Península Ibérica en su conjunto, contrariamente al tópico que la presenta como un territorio seco y desarbolado, es la tercera región con mayor superficie forestal y la primera en diversidad botánica de Europa. El mito de la “ardilla atravesando la antigua Hispania sin tocar suelo” es cierto en parte y aún tiene efecto en el trasfondo cultural de nuestro país. Se da la circunstancia de que la industrialización y la concentración en las grandes ciudades de la población a costa del despoblamiento de las zonas rurales ha comportado un aumento significativo de la masa forestal en España. Este aumento de la superficie arbolada y la protección de cada vez más áreas naturales, ha ido paralelo al incremento de la exportación de madera y productos derivados, como el papel, de los árboles. España presenta una superficie forestal absoluta de 13.695.000 hectáreas a las que hay que añadir los 12.265.000 de has. de terrenos de monte bajo o campo potencialmente reforestables. Por tanto, la mitad, el 51 % concretamente, del territorio español es susceptible de ser considerado como forestal.
Félix Romero, responsable del programa forestal de WWF-Adena revela que “el 16 % de la madera importada por España procede de talas ilegales. Y si por un lado desde los años 70 se ha incidido en repoblaciones con especies autóctonas y en la explotación sostenible de los bosques, por otro lado se contribuye a agravar la desaparición indiscriminada de árboles en otros lugares del mundo”. Se da el caso de que la aplicación de medidas proteccionistas y las campañas de reforestación con especies naturales en el interior del país, no se corresponde, como explica Romero, “con una política decidida de control de las importaciones de madera de especies protegidas, procedente de ejemplares jóvenes o de espacios esenciales para la sostenibilidad del medio ambiente de la Tierra como Siberia, Indonesia o la Amazonia”.
Es de destacar que España fue uno de los primeros países europeos en declarar zonas protegidas. El primer parque nacional fue declarado en 1918. Desde hace diez años, el numero de áreas protegidas se ha doblado y la superficie protegida ha pasado de casi 3 millones de hectáreas a más de 4. Hoy existen más de 900 áreas protegidas, incluyendo 13 parques nacionales y más de 125 parques naturales. Pero ello comporta también ciertas contradicciones relacionadas con el uso y gestión de las superficies forestales. Y es que los espacios protegidos comportan la prohibición de algunas actividades humanas beneficiosas para el estado de conservación de los árboles como la recolección y tala de malezas y leña, setas, frutos, montería y caza. Emilio Pacios Parro, técnico forestal del Parque de la Sierra de Gredos (Madrid-Ávila) comenta que “la frialdad de las cifras está de parte de los ecologistas de salón y de los políticos de turno, pues si bien la masa forestal ibérica aumenta año tras año, a pesar de la presión humana y de los incendios forestales, la restricción contraproducente de los usos sostenibles tradicionales impide un tratamiento razonable de los bosques y nos encontramos con un fenómeno inquietante como es que los incendios se ceban año tras año con los mismos parques naturales ya 'protegidos' y es por ahí por donde perdemos a veces más hectáreas de masa forestal”. En el verano de 2002, por ejemplo, un incendio en la zona protegida de Gredos, arrasó 2 mil hectáreas de monte bajo y monte alto. Según Pacios “dicho incendio jamás se hubiera producido hace 10 o 15 años ya que la Ley declara terrenos forestales a aquellos procedentes del abandono agrícola y como quiera que el campo está despoblándose, el aumento de la masa forestal se hace a costa de hectáreas y hectáreas protegidas por ley pero abandonadas, descuidadas, llenas de rastrojos y materia orgánica inutilizada y a merced de los caprichos de la naturaleza de los que la sequía, la erosión o los incendios son un síntoma más que un ejemplo”.
Paradójicamente la masa forestal crece en algunos lugares sin control
La realidad es que justamente en las CC.AA más urbanizadas es donde se ha producido un mayor aumento de la masa forestal y, particularmente, en los perímetros de las grandes áreas metropolitanas del país. Las áreas de Madrid o Barcelona, sin ir más lejos, están rodeadas por sendos parques naturales tales como el Monte del Pardo, el parque del Jarama, Gredos, el Garraf, Collserola o el Montseny que se han acabado convirtiendo en parques urbanos que sufren una presión superior con las actividades turísticas que con el aprovechamiento ancestral sostenible que representaban las actividades tradicionales relacionadas con el bosque. Emilio Pacios comenta como “el área metropolitana madrileña, con sus cinco millones de habitantes ejerce una fortísima presiòn ambiental sobre sus areas naturales en un radio de hasta unos 100 o 150 kms. a la redonda. Pero las infraestructuras no favorecen el aprovechamiento sostenible de las áreas naturales, ya que se prima el crecimiento radial de las ciudades a costa de convertir en lugares de visita pero improductivos las áreas rurales y aislar el entorno de los bosques.“
¿Están los árboles convirtiéndose en residentes de museos improductivos?
Y es que en nombre de la cultura del árbol, ecologistas y políticos defienden la creación de los parques nacionales, pero según Pacios “también a costa de negar el desarrollo de las zonas protegidas o el mantenimiento del nivel de vida, de la sostenibilidad tan cacareada de buena fe, que limita el aprovechamiento humano de los territorios a conservar”, Y añade un último dato: “si además los nuevos adinerados compran fincas de 500, 1000, 2000 hectáreas y las vallan, con la intención de introducir especies cinegéticas para cazar, y no hablemos ya de los campos de golf, al final convertimos el campo en granjas en las que el ciudadano de a pie de estas zonas, cada vez encuentra menos lugares por donde pasear, cojer unos espárragos, unas setas, leña etc etc...y cada día nos encontramos con más bosque y campo prohibido. Fincas a veces utilizadas unos pocos fines de semana al año pero que están en manos de los designios de la naturaleza, de tan 'protegidas' como están.”
Así pues, y a pesar del aumento de las zonas protegidas y de la masa forestal, la situación de los árboles en España dista mucho de ser aceptable, tal y como se desprende del análisis realizado por WWF/Adena. Las distintas políticas que afectan a los bosques no están integradas y la administración forestal suele estar supeditada a políticas de la Unión Europea coordinadas desde el Ministerio de Agricultura. Félix Romero recalca que “las inversiones en los bosques son ínfimas y las administraciones públicas no articulan instrumentos financieros para desarrollar el sector forestal. La propia Estrategia Forestal Española no ha contemplado presupuestos y hoy en día por cada peseta invertida en una hectárea de terreno forestal se invierten 150 en terreno agrícola”. Según WWF-Adena “aún estamos a tiempo de pedir y decir que es absolutamente urgente y necesaria una mayor inversión por parte de las administraciones en gestión de los recursos forestales de nuestro país, porque si de un lado tenemos la mayor superficie forestal y variedad botánica de Europa no es menos cierto que el despoblamiento del campo ha dejado nuestros bosques en una situación de abandono y descuido que comporta que esas miles y miles de hectáreas de árboles sin aprovechamiento sean potencialmente una inmensa pira”.
Sólo en España el fuego arrasó en 2004 más de 100 mil hectáreas de superficie forestal. Y como vemos las zonas protegidas no se libran, por estar su uso restringido, a veces al contrario, del riesgo de desaparición. Mientras, en las ciudades cada vez se plantan más árboles y se inauguran parques. Como el Jardín Botánico de Montjúïc en Barcelona que pretende ser un compendio de todas las especies vegetales de los territorios de clima Mediterráneo de todo el mundo. Pero podría llegar a pasar que “el árbol en si sea un objeto de museo a no tardar mucho si no le ponemos remedio a las contradicciones que afectan a las políticas en favor de éste y el medio ambiente en su conjunto” como comenta Oriol Bassa, impulsor del Arborétum (o sea: Museo del árbol) de Cabrils, Barcelona.
Mientras la sociedad se plantea cómo salvar los árboles y bosques del planeta, los seres vivos más antiguos, precisamente árboles, las secuoyas de California, ya están por su tercer milenio de vida y han demostrado una capacidad asombrosa de adaptación a los cambios y vicisitudes de la historia siendo testimonios de como unos primates, animales arborícolas, descendieron al suelo, se irguieron y, ya convertidos en homos sapiens, empezaron el largo camino de usufructo de la Naturaleza. Pero no está nada claro que los árboles puedan resistir al actual cambio ambiental en ciernes. Desde la existencia de la Vida en la Tierra jamás se ha trastocado la composición química de la atmosfera y de los árboles depende en gran medida nuestra principal premisa para vivir: el oxígeno.
Más información/Fuentes
http://www.fsc.org/esp/
Wild Found Spain (ADENA)
El árbol, Bernard Fischesser, editorial El Drac, Madrid 2005
Guía de los árboles de España, Rafael Moro, ediciones Omega, Barcelona 2002.
Millones de árboles perecen año tras año por culpa de la actividad humana. Y ya no sólo en el Mediterráneo y a causa de los incendios forestales veraniegos. Lugares como Siberia, Canadá o la Amazonia, donde la “sequía veraniega” del clima mediterráneo no existe, ya no se libran de esta plaga. Desde tiempos ancestrales los hombres hemos necesitado de los árboles para múltiples actividades. La función esencial y primaria del árbol en la naturaleza es la purificación del aire, de manera que un ejemplar de tipo medio llega a generar oxígeno para diez personas al día. Nuestra dependencia y la del medio ambiente respecto a los árboles, los seres vivos más antiguos del planeta, está en peligro por muchas razones. España vive una relación contradictoria con éstos: cada vez tenemos más, contrariamente a lo que se piensa, pero más descuidados y abandonados a su suerte. Corremos el riesgo de que los árboles acaben convirtiéndose en objetos de museo.
La Península Ibérica en su conjunto, contrariamente al tópico que la presenta como un territorio seco y desarbolado, es la tercera región con mayor superficie forestal y la primera en diversidad botánica de Europa. El mito de la “ardilla atravesando la antigua Hispania sin tocar suelo” es cierto en parte y aún tiene efecto en el trasfondo cultural de nuestro país. Se da la circunstancia de que la industrialización y la concentración en las grandes ciudades de la población a costa del despoblamiento de las zonas rurales ha comportado un aumento significativo de la masa forestal en España. Este aumento de la superficie arbolada y la protección de cada vez más áreas naturales, ha ido paralelo al incremento de la exportación de madera y productos derivados, como el papel, de los árboles. España presenta una superficie forestal absoluta de 13.695.000 hectáreas a las que hay que añadir los 12.265.000 de has. de terrenos de monte bajo o campo potencialmente reforestables. Por tanto, la mitad, el 51 % concretamente, del territorio español es susceptible de ser considerado como forestal.
Félix Romero, responsable del programa forestal de WWF-Adena revela que “el 16 % de la madera importada por España procede de talas ilegales. Y si por un lado desde los años 70 se ha incidido en repoblaciones con especies autóctonas y en la explotación sostenible de los bosques, por otro lado se contribuye a agravar la desaparición indiscriminada de árboles en otros lugares del mundo”. Se da el caso de que la aplicación de medidas proteccionistas y las campañas de reforestación con especies naturales en el interior del país, no se corresponde, como explica Romero, “con una política decidida de control de las importaciones de madera de especies protegidas, procedente de ejemplares jóvenes o de espacios esenciales para la sostenibilidad del medio ambiente de la Tierra como Siberia, Indonesia o la Amazonia”.
Es de destacar que España fue uno de los primeros países europeos en declarar zonas protegidas. El primer parque nacional fue declarado en 1918. Desde hace diez años, el numero de áreas protegidas se ha doblado y la superficie protegida ha pasado de casi 3 millones de hectáreas a más de 4. Hoy existen más de 900 áreas protegidas, incluyendo 13 parques nacionales y más de 125 parques naturales. Pero ello comporta también ciertas contradicciones relacionadas con el uso y gestión de las superficies forestales. Y es que los espacios protegidos comportan la prohibición de algunas actividades humanas beneficiosas para el estado de conservación de los árboles como la recolección y tala de malezas y leña, setas, frutos, montería y caza. Emilio Pacios Parro, técnico forestal del Parque de la Sierra de Gredos (Madrid-Ávila) comenta que “la frialdad de las cifras está de parte de los ecologistas de salón y de los políticos de turno, pues si bien la masa forestal ibérica aumenta año tras año, a pesar de la presión humana y de los incendios forestales, la restricción contraproducente de los usos sostenibles tradicionales impide un tratamiento razonable de los bosques y nos encontramos con un fenómeno inquietante como es que los incendios se ceban año tras año con los mismos parques naturales ya 'protegidos' y es por ahí por donde perdemos a veces más hectáreas de masa forestal”. En el verano de 2002, por ejemplo, un incendio en la zona protegida de Gredos, arrasó 2 mil hectáreas de monte bajo y monte alto. Según Pacios “dicho incendio jamás se hubiera producido hace 10 o 15 años ya que la Ley declara terrenos forestales a aquellos procedentes del abandono agrícola y como quiera que el campo está despoblándose, el aumento de la masa forestal se hace a costa de hectáreas y hectáreas protegidas por ley pero abandonadas, descuidadas, llenas de rastrojos y materia orgánica inutilizada y a merced de los caprichos de la naturaleza de los que la sequía, la erosión o los incendios son un síntoma más que un ejemplo”.
Paradójicamente la masa forestal crece en algunos lugares sin control
La realidad es que justamente en las CC.AA más urbanizadas es donde se ha producido un mayor aumento de la masa forestal y, particularmente, en los perímetros de las grandes áreas metropolitanas del país. Las áreas de Madrid o Barcelona, sin ir más lejos, están rodeadas por sendos parques naturales tales como el Monte del Pardo, el parque del Jarama, Gredos, el Garraf, Collserola o el Montseny que se han acabado convirtiendo en parques urbanos que sufren una presión superior con las actividades turísticas que con el aprovechamiento ancestral sostenible que representaban las actividades tradicionales relacionadas con el bosque. Emilio Pacios comenta como “el área metropolitana madrileña, con sus cinco millones de habitantes ejerce una fortísima presiòn ambiental sobre sus areas naturales en un radio de hasta unos 100 o 150 kms. a la redonda. Pero las infraestructuras no favorecen el aprovechamiento sostenible de las áreas naturales, ya que se prima el crecimiento radial de las ciudades a costa de convertir en lugares de visita pero improductivos las áreas rurales y aislar el entorno de los bosques.“
¿Están los árboles convirtiéndose en residentes de museos improductivos?
Y es que en nombre de la cultura del árbol, ecologistas y políticos defienden la creación de los parques nacionales, pero según Pacios “también a costa de negar el desarrollo de las zonas protegidas o el mantenimiento del nivel de vida, de la sostenibilidad tan cacareada de buena fe, que limita el aprovechamiento humano de los territorios a conservar”, Y añade un último dato: “si además los nuevos adinerados compran fincas de 500, 1000, 2000 hectáreas y las vallan, con la intención de introducir especies cinegéticas para cazar, y no hablemos ya de los campos de golf, al final convertimos el campo en granjas en las que el ciudadano de a pie de estas zonas, cada vez encuentra menos lugares por donde pasear, cojer unos espárragos, unas setas, leña etc etc...y cada día nos encontramos con más bosque y campo prohibido. Fincas a veces utilizadas unos pocos fines de semana al año pero que están en manos de los designios de la naturaleza, de tan 'protegidas' como están.”
Así pues, y a pesar del aumento de las zonas protegidas y de la masa forestal, la situación de los árboles en España dista mucho de ser aceptable, tal y como se desprende del análisis realizado por WWF/Adena. Las distintas políticas que afectan a los bosques no están integradas y la administración forestal suele estar supeditada a políticas de la Unión Europea coordinadas desde el Ministerio de Agricultura. Félix Romero recalca que “las inversiones en los bosques son ínfimas y las administraciones públicas no articulan instrumentos financieros para desarrollar el sector forestal. La propia Estrategia Forestal Española no ha contemplado presupuestos y hoy en día por cada peseta invertida en una hectárea de terreno forestal se invierten 150 en terreno agrícola”. Según WWF-Adena “aún estamos a tiempo de pedir y decir que es absolutamente urgente y necesaria una mayor inversión por parte de las administraciones en gestión de los recursos forestales de nuestro país, porque si de un lado tenemos la mayor superficie forestal y variedad botánica de Europa no es menos cierto que el despoblamiento del campo ha dejado nuestros bosques en una situación de abandono y descuido que comporta que esas miles y miles de hectáreas de árboles sin aprovechamiento sean potencialmente una inmensa pira”.
Sólo en España el fuego arrasó en 2004 más de 100 mil hectáreas de superficie forestal. Y como vemos las zonas protegidas no se libran, por estar su uso restringido, a veces al contrario, del riesgo de desaparición. Mientras, en las ciudades cada vez se plantan más árboles y se inauguran parques. Como el Jardín Botánico de Montjúïc en Barcelona que pretende ser un compendio de todas las especies vegetales de los territorios de clima Mediterráneo de todo el mundo. Pero podría llegar a pasar que “el árbol en si sea un objeto de museo a no tardar mucho si no le ponemos remedio a las contradicciones que afectan a las políticas en favor de éste y el medio ambiente en su conjunto” como comenta Oriol Bassa, impulsor del Arborétum (o sea: Museo del árbol) de Cabrils, Barcelona.
Mientras la sociedad se plantea cómo salvar los árboles y bosques del planeta, los seres vivos más antiguos, precisamente árboles, las secuoyas de California, ya están por su tercer milenio de vida y han demostrado una capacidad asombrosa de adaptación a los cambios y vicisitudes de la historia siendo testimonios de como unos primates, animales arborícolas, descendieron al suelo, se irguieron y, ya convertidos en homos sapiens, empezaron el largo camino de usufructo de la Naturaleza. Pero no está nada claro que los árboles puedan resistir al actual cambio ambiental en ciernes. Desde la existencia de la Vida en la Tierra jamás se ha trastocado la composición química de la atmosfera y de los árboles depende en gran medida nuestra principal premisa para vivir: el oxígeno.
Más información/Fuentes
http://www.fsc.org/esp/
Wild Found Spain (ADENA)
El árbol, Bernard Fischesser, editorial El Drac, Madrid 2005
Guía de los árboles de España, Rafael Moro, ediciones Omega, Barcelona 2002.
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